Ponemos de nuevo los motores de nuestro avión en marcha para volar desde la capital de Grecia (Atenas) hasta la capital de Rúsia (Moscú). Aquí nos detendremos para visitar uno de los lugares más emblemáticos de este país, estamos hablando de la Plaza Roja.
Empezamos con una primera curiosidad: si bien la gran mayoría de
visitantes cree que el nombre “roja” se debe al color rojizo de sus
edificios, sin embargo el motivo es muy
diferente. El nombre proviene de la palabra rusa Красная (krásnaya) que en ruso antiguo significaba “bonito” y que hoy en día ha derivado en el significado de “rojo”. La Plaza Roja… en realidad es la Plaza Bonita.
Está situada en pleno centro de la ciudad, tiene 330 metros de longitud y 70 de ancho. En 1990 el conjunto de la Plaza Roja y el Kremlin fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los edificios que pueden visitarse en esta plaza son de lo más variados y cada uno tiene un significado especial, pero nosotros vamos a detenernos en el símbolo de la ciudad: la Catedral de San Basilio.
La catedral de San Basilio es una de las iglesias más icónicas de Rusía y problamente de todo el mundo. Se levantó entre 1555 y 1561 de la mano de Iván el Terrible para
cumplir una promesa: construiría una preciosa iglesia en el centro de
Moscú. Dice la leyenda que cuando la Catedral fue terminada, el Zar preguntó al
arquitecto si podría hacer algo tan hermoso en otro lado, a lo que
este respondió afirmativamente, entonces el Zar ordenó que lo cegaran
para que jamás lo pudiese hacer. A lo largo de su historia (en 2021 cumple los 460 años), la catedral ha estado a punto de desaparecer en más de una ocasión,
sobreviviendo a incendios, a la invasión de Napoleón e incluso a un
plan de demolición.
A continuación os muestro algunas fotografías para que veáis el interior de tan singular catedral.